El alcohol incluido en muchas bebidas espirituosas que consumimos habitualmente, aunque sea en un porcentaje mínimo, afecta muchísimo a nuestro cuerpo. Tal vez la costumbre de beber desde tiempos inmemoriales haya suavizado bastante la visión que tenemos sobre esta droga, porque a pesar de ser legal está claro que el alcohol supone un riesgo muy parecido al que pueden suponer otras drogas que todavía no han llegado a ese estatus de legalidad. Estamos rodeados de alcohol en todo momento, desde el vino y la cerveza hasta bebidas más fuertes como el whisky o la ginebra. Beber es algo que se ve como muy normal, incluso en la juventud. Son muy pocos los que e mantienen sin beber una sola gota de alcohol a lo largo de su vida, porque además eso parece reflejar una contradicción social.

En el otro extremo están los alcohólicos, personas que han bebido demasiado a lo largo de su vida y que se han enganchado de tal manera a las bebidas de este tipo que les ha acabado afectando. No tienen por qué emborracharse cada fin de semana, aunque eso también sería un grave problema si hablamos de alcohol, sino simplemente beber un par de copas todos los días. El alcohol, en esas cantidades, puede llegar a ser muy nocivo para el cuerpo, como demuestra la cirrosis. Se trata sin duda de una de las enfermedades más peligrosas y problemáticas que se derivan del consumo excesivo de alcohol, y que afecta cada vez a gente más joven. En este artículo vamos a ahondar en dicha enfermedad, mostrándola con crudeza, tal vez para entender mejor las verdaderas consecuencias de pasarnos con el alcohol, aunque pensamos que no nos va a afectar.

Qué es la Cirrosis y cómo nos afecta

Lo que nosotros llamamos cirrosis, para referirnos a una enfermedad, es más bien el último estado de cicatrización de nuestro hígado, que hace que el órgano funcione de manera mucho menos eficiente. Cuando sufrimos una lesión en el hígado o este órgano se daña, ya sea por una hepatitis o, como en la mayoría de casos, por el alcoholismo crónico, el propio hígado trata de curarse a sí mismo, regenerándose y creando un tejido cicatrizante a través de un proceso llamado fibrosis. Cuando este tejido cicatrizante se vuelve demasiado grande podemos hablar ya de cirrosis, la última parte de ese proceso, en la cual el hígado empieza a perder su funcionalidad, con todo lo que eso conlleva para nuestro organismo. Es un proceso irreversible en la mayoría de casos, así que hay que andar con mucho cuidado para no llegar a ese punto.

La cirrosis afecta de manera tangible al hígado, que tiene una función vital, la de regenerar y equilibrar la sangre que pasa por el estómago para eliminar sustancias nocivas para nosotros. Se podría decir que el hígado es uno de los grandes filtros que nuestro organismo tiene para separar lo que nos conviene y lo que no. Un mal funcionamiento de este órgano, provocado por la cirrosis, derivará en complicaciones que pueden llegar a ser muy graves, como la hipertensión en esa zona, el sangrado en las heces, la hinchazón en las venas y en el abdomen por la retención de líquidos, acumulación de toxinas en el cerebro e incluso fallos multiorgánicos cuando la cirrosis ha llegado a un punto demasiado grave y de no retorno. Es un problema que hay que tomarse muy en serio.

Síntomas de que padecemos Cirrosis

La cirrosis, como cualquier otro proceso dañino para nuestro organismo, también deriva en algunos síntomas que nos permiten detectarla. Por ejemplo, la ictericia, el cambio de color en la piel por culpa del mal funcionamiento del hígado, o también la desnutrición, por la misma razón. La fatiga y las náuseas también son comunes, y suele ser habitual la aparición de hematomas y moratones por todo el cuerpo. En las mujeres se llegan a dar incluso pérdidas del periodo que, por edad, no tienen nada que ver con la menopausia. En el caso de los hombres se puede dar también pérdida del deseo sexual e incluso agrandamiento de senos. Son síntomas que nos avisan de que algo grave está pasando en nuestro hígado, y deberíamos acudir al médico lo antes posible.

La relación del alcohol con la Cirrosis

Hasta ahora hemos estado hablando sobre la cirrosis, esa última etapa de la cicatrización del  hígado, pero no la hemos conectado directamente con el consumo de alcohol. ¿Por qué su excesivo consumo puede derivar en esta enfermedad? El alcohol, debido a sus componentes, funciona casi como un ácido para el hígado. Lo daña cada vez que pasa por este órgano, y el propio hígado necesita regenerarse. Si consumimos alcohol de forma constante, aunque no sea en grandes cantidades de golpe, nuestro hígado tendrá que estar continuamente autoregenerándose, lo que provocará que antes o después aparezca la cirrosis, al haber afectado demasiado a ese órgano. El problema es que llegado a este punto en el que los síntomas ya son claros es muy complicado volver atrás.

¿Podemos regenerar nuestro hígado?

Aunque el daño que se provoca al hígado puede ser irreversible, para los casos donde la cirrosis no esté demasiado avanzada sí que se puede regenerar de forma eficaz este órgano, eso sí, cumpliendo una serie indispensable de condiciones. La primera de ellas es la más obvia: nada de alcohol. Debemos llevar una alimentación sana y equilibrada para facilitarle el trabajo a nuestro hígado a la hora de filtrar lo que pasa por él. De la misma forma, controlaremos nuestro peso, para evitar posibles complicaciones arteriales. No tomar mucho café y no fumar también pueden ser buenos aliados a la hora de conseguir que el órgano se regenere. Eso sí, debemos tener paciencia porque dicho proceso puede tardar varios años, según lo avanzada que estuviera la cirrosis.