De las diez páginas más visitadas del mundo actualmente, al menos cuatro de ellas son de contenido erótico y directamente pornográfico. Con este sencillo dato ya se da una buena visión de lo que supone el contenido erótico en la red, no actualmente, sino desde que Internet comenzó. De hecho, como ha ocurrido en otras muchas tecnologías, los expertos aseguran que el interés por el sexo y específicamente por el porno, ha hecho que la red crezca mucho más rápidamente. Es una herramienta que nos ha permitido alcanzar un conocimiento hasta ahora impensable, con un acceso total a casi todo lo que podamos imaginar. Y lo primero que hicimos fue convertirla en un hervidero de páginas pornográficas, con fotos y vídeos de una calidad pésima en aquel momento. El aumento de la velocidad y la mejora en los dispositivos ha permitido que el contenido sea cada vez más bueno, y la industria ha respondido. El porno vive hoy una época dorada en cuando a financiación y a ganancias, aunque haya sido a costa de perder parte de su identidad.

Hoy en día cualquiera puede acceder a todo el porno HD que quiera con apenas un par de clicks. También los menores de edad, que cada vez acceden con una edad más corta a este tipo de contenido, para ellos inapropiados. Las revistas escondidas en los cajones se han convertido ahora en enlaces ocultos en nuestras ventanas de incógnito del navegador. Hoy todo el mundo tiene acceso a Internet, desde cualquier lugar, en cualquier momento, y eso facilita mucho las cosas para que el porno se expanda. Esto no es algo negativo en sí, pero sí puede traer consecuencias bastante preocupantes, como por ejemplo, la proliferación cada vez mayor de adictos a la pornografía. El típico problema que pasamos por alto porque ni siquiera lo consideramos como tal, pero que puede llegar a afectarnos de forma directa en nuestra vida cotidiana. La película Don Jon, dirigida y protagonizada por Joseph Gordon Levitt, presenta precisamente este trastorno. Un joven exitoso, guapo y con una pareja imponente, que sin embargo “pierde” el tiempo viendo porno todo el día, porque no encuentra otra manera de excitarse. Este tipo de problemas se dan más a menudo de lo que podemos imaginar, y tal vez los estemos sufriendo incluso sin darnos cuenta.

Un problema muy común

Uno de los problemas que hay al hablar de adicciones es que siempre nos da vergüenza reconocer que estamos enganchados a algo. Salvo que ese algo sea socialmente aceptado, claro. Hay muchos alcohólicos que no se preocupan de su salud y siguen bebiendo lo que pueden, porque no está tan mal visto. Lo mismo ocurre con los adictos al tabaco, al café o incluso al deporte y al trabajo. Son adicciones, no obstante, que pueden llegar a afectar a nuestra vida diaria de forma desastrosa, como el propio porno. No hay nada de malo, por más juicio moral que tengamos encima, en ver escenas porno, siempre que eso no afecte a nuestra sexualidad de manera determinante. Ver una escena de vez en cuando, o incluso utilizarlas para darnos placer a veces, no es un problema. Lo malo es que muchas veces pasa a ser algo mucho más preocupante.

El porno, más accesible que nunca

Esto es algo que ha ocurrido de toda la vida. Si bien la industria pornográfica solo ha tenido verdadera exposición a partir de la segunda mitad del silgo XX, siempre ha habido gente que ha estado obsesionada con el sexo. Esta adicción al porno viene a ser, en parte, una adicción al sexo canalizada de otra forma. Menos problemática, dirán algunos, porque es menos peligrosa y nos afecta solo a nosotros. Pero sigue siendo un problema, especialmente cuando el porno es tan fácil de conseguir. Las propias series y películas comerciales se están sexualizando hasta tal punto que a veces no podemos distinguir donde empieza el porno y donde termina. Esa accesibilidad ha permitido al porno llegar a millones de personas en todo el mundo, muchas mentes jóvenes que han encontrado en él un placer inusitado.

La excitación que nos provoca ver escenas pornográficas tiene que ver directamente con nuestro cerebro. Al ver esas escenas que nos ponen, algo se activa en nuestro interior, y lo entendemos como algo deseable. De hecho, si nos masturbamos viendo porno estamos asimilando el placer propio a esas escenas, por lo que nuestro cerebro tomará nota. A nivel químico, para nosotros, el porno será un chute de felicidad en forma de dopamina. Y de esa manera, siempre estaremos buscando en él un poco de paz frente al estrés, la ansiedad y los problemas del día a día. Como hacemos también con la comida, con el tabaco o incluso con las drogas ilegales, en algunos casos.

Síntomas de que puedes ser un adicto

Lo más complicado de todo es llegar a darnos cuenta de que nuestra relación con el porno ha pasado de ser “normal” a ser preocupante, una auténtica adicción. A nivel cerebral, como decimos, todas las adicciones funcionan de una manera muy similar, dándonos un chute de hormonas que nos hacen sentir bien. Sea la adicción a la cocaína, al sexo o al propio porno, el efecto es el mismo, un enganche que puede llegar a ser preocupante si no somos capaces de salir de él. Y esa es la primera prueba de fuego para saber si somos o no adictos. Intentaremos dejar de consumir porno durante un tiempo, al principio en periodos cortos, para estudiar nuestros cambios, lo que nos ocurre, si estamos más irritados o podemos estar tranquilos…

La adicción tiene que ver no solo con el gusto, sino con la dependencia y la obsesión, dos conceptos que son negativos. Si nuestro único momento de relax viene por el porno y no somos capaces de canalizar nuestras emociones de otra forma, tal vez tengamos un problema. Si vemos porno en situaciones poco apropiadas, en público o incluso en el trabajo, nos la estamos jugando. Si somos incapaces de limitar ese consumo, incluso cuando tenemos relaciones sexuales con nuestra pareja, tal vez sea el momento de ponernos en manos de profesionales. Es algo que muy  pocos hace, por pudor y vergüenza, pero la situación se puede volver muy peligrosa si la dejamos pasar.

Posibles soluciones

Si de verdad pensamos que podemos ser adictos al porno, lo mejor es ponernos en contacto de profesionales de la medicina o la psicología. Es algo físico, pero también mental, porque al fin y al cabo hemos desarrollado cierta dependencia de este tipo de escenas para poder excitarnos. De hecho, hay hombres que ni siquiera son capaces de tener una erección si no es a través de una película porno. Esto repercute definitivamente en su vida sexual, especialmente cuando tienen parejas. Por eso, acudir a estos especialistas puede prevenir muchos problemas, y ayudarnos a encontrar un punto en el que el porno no nos afecte de esa manera. Hace falta mucha fuerza de voluntad, porque como cualquier adicción, rehabilitarnos no será fácil, pero los problemas así hay que atajarlos cuanto antes.